Encerrado (Capítulo 2)
Sentía un dolor punzante en la cabeza mientras me empujaban por la puerta, además de que parte del rostro se me comenzaba a inflamar debido a los golpes que habían descargado sobre mí.
Al salir de
mi celda me topé con un largo pasillo lleno de puertas idénticas a la mía, y
caminé a regañadientes mientras me encajaban cada vez más el arma en la
espalda.
Después de aquel pasillo bajamos por unas escaleras, y fue como si cada escalón nos transportara entre dos épocas diferentes. Por un lado estaban aquel pasillo y por lo menos un tercio de las escaleras con las paredes descoloridas y callándose a pedazos, suciedad por doquier y con un piso opaco, amarillento y con rajaduras que en otro tiempo parecía haber sido blanco y reluciente.
Mientras
por el otro lado estaban los dos tercios restantes de las escaleras en los que,
poco a poco, las paredes adquirían un color rojo carmesí con detalles color
café en la parte superior e inferior, adornadas con diversos cuadros y que
desembocaban en una primera planta aún más lujosa, con muebles rústicos, un
reloj de péndulo, un televisor, una mesa de billar, pisos de madera en los que
parecía reinar la limpieza y otras comodidades.
Así pues,
cruzamos por aquel lugar que aparentaba ser de otra época y pude ver en el
trayecto a otro par de los que por ahora llamare guardias, a pesar de que una
descripción más acorde seria bastardos malnacidos hijos de perra.
Por último,
atravesamos una limpia y hermosa cocina acorde al resto de la primera planta. Y
mientras nos dirigíamos hacia lo que
parecía ser una puerta trasera, no pude evitar pensar en cómo era posible que
en aquel lugar preparaban el alimento tan asqueroso que debía de comer día tras
día.
Una vez
fuera, la luz del sol me bañó por completo mientras una exquisita brisa me
envolvía. Avanzamos un par de metros por el inmenso jardín antes de llegar a la
sombra de un inmenso árbol, justo allí hicieron que me arrodillara, quedando de
frente al gran edificio que ahora era mi morada.
Era una
construcción impresionante, y daba la impresión de haber sido en otro tiempo la
mansión de un gran empresario o el palacio de algún duque. Sin embargo al haber
pasado tantos días en su interior, puedo asegurar que es algo más bien como un
manicomio.
Estaba
distraído en mis pensamientos cuando de pronto sentí algo en mi espalda.
Uno de mis
captores había colocado su pie en mi espalda, y en un solo movimiento me empujó
hacia adelante, obligándome a quedar en cuatro patas mientras el otro sujeto se
colocaba frente a mí.
-Dime
“compañero”- Me dijo mientras me
colocaba el cañón del arma en la sien - ¿Deseas morir aquí y ahora?-
La pregunta
me tomó por sorpresa y me dejó con la mente en blanco. Lo único que pude hacer
fue abrir los ojos de par en par y producir un sonido el cual estoy seguro que
difícilmente se podría catalogar como palabras.
-¡Responde!-
Me dijo mientras encajaba el arma cada vez más contra mi cabeza.
Me tomó un
par de segundos más poder hablar, y cuando por fin lo hice todo parecía estar muy
claro en mi mente.
-Yo…yo…no-
-¡¿Qué?!-
Gritó mientras se inclinaba hasta llegar a mi altura, y de cierta forma hizo
sonar aquella pregunta como una orden más bien que como una duda.
Fue
entonces cuando levanté la mirada y lo vi a los ojos.
-No deseo
morir…- Dije las palabras con una voz llena de determinación -…Mas, sin
embargo…si la muerte me llegar aquí y ahora, no tendría ninguna importancia.-
El hombre se
puso de pie sin dejar de verme directamente a los ojos.
-¿Qué
quieres decir?- Pronunció la pregunta mientras me colocaba el cañón del arma en
medio de los ojos.
-El…el
cerebro humano…- Comencé a decir -…está…de
cierta forma, programado para evitar la muerte, casi a cualquier costo…sin
embargo…hay ocasiones, en las que la muerte…pierde su poder sobre algunas personas
y deja de ser importante...-
Hice una
pausa para poder tragar saliva y me encontré con que toda mi boca, e inclusive
mi garganta, estaban completamente secas. Como si alguien hubiese drenado parte
de los líquidos de mi interior y hubiese dejado únicamente un sabor salado.
-…Creo…creo
que nadie quiere morir…pero…las cosas por las que atravesamos, la
desesperación…y…los desequilibrios mentales, o inclusive emocionales…eso…creo
que eso hace que la muerte pierda gran parte de su significado…así que no, no
deseo morir…más sin embargo…ya no importa-
Aquellos
hombres me miraron fijamente, como si con sus ojos pudiesen ver más allá de mi
exterior, de mi carne, hueso e inclusive mis pensamientos más profundos y
personales. Fue entonces cuando comenzaron a descargar un golpe tras otro sobre
mí.
Los golpes
venían en todas direcciones hacia mi rostro, cabeza, costillas y estómago. Un
último puñetazo fue directo a mi rostro y me tendió por completo en el suelo,
sentí un sabor a sangre en la boca mientras la cabeza me daba vueltas y todo se
ponía blanco a mí alrededor.
Luché y me
concentré en no perder la conciencia, y cuando mi vista por fin se aclaró, pude
ver que el cañón del arma apuntaba ferozmente hacia mí de nuevo.
Levante por
última vez la vista al cielo y pensé que por lo menos aquel era un hermoso día,
antes de cerrar fuertemente los ojos.
Pasaron un
par de segundos antes de que escuchara el estruendoso estallido del arma.
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