Doctor
Médicos, desde la antigüedad se les ha considerado
como personas cultas, respetadas, sabias e indispensables en la sociedad. Al
año, ayudan a cientos de personas con diversos problemas, desde un pequeño
resfriado hasta cirugías a corazón abierto.
Desafortunadamente no siempre pueden salvar a todos.
Richard abrió las puertas del quirófano y se retiro los
guantes llenos de sangre junto con el cubre bocas. Se miró en el espejo y respiro
profundamente antes de proceder a quitarse el resto del uniforme. Al terminar colocó
todo lo que se había quitado en un bote de basura y se lavó las manos.
-Buen trabajo doctor- Resonó una voz a sus espaldas.
-Gracias John, pero siendo honestos por un momento pensé que
la pequeña Melanie no lo lograría-
-Sí, te entiendo, fue una operación muy complicada. La
pequeña tuvo suerte de que tú fueras su cirujano- Ambos rieron levemente.
-Y, ¿que harás esta noche Richie?-
-oh, no lo sé. Tal vez lleve a Susan a ese restaurante del que me ha
estado hablando toda la semana-
-Suena bien, espero que se diviertan-
John le dio una palmada en la espalda a Richard y se retiró
del lugar.
Richard regresó a su oficina y revisó unos cuantos papeles
que estaban sobre su escritorio, tomó una carpeta y la abrió, era el expediente
de Melanie Griffin, Una pequeña que tan solo tenía 7 años y a la que acababa de
operar por un absceso cercano al corazón. Richard pasó su mano sobre la foto de
la pequeña y devolvió la carpeta a su lugar.
Fue hasta las 7 p.m. que terminó su turno, Richard había
tenido un día muy ocupado, había tratado a varios pacientes, y ayudó con un
caso urgente que llegó en ambulancia al medio día. Entró a su oficina y tomó su
chaqueta junto con un portafolio negro, bajó en el elevador junto con un
oncólogo al que habían trasladado la semana pasada. Se despidió de las
enfermeras recepcionistas y salió por la gran puerta del hospital.
Afuera ya estaba oscuro y empezaba a hacer un poco de frio.
Richard sacó sus llaves de la bolsa de su pantalón y se acercó a su auto.
Conducía un sedan del año color negro, introdujo las llaves en el cerrojo y, en
el momento en el que iba a abrir la puerta escucho una voz detrás de él.
-Buenas noches doctor-
Richard volteo y vio a un hombre parado con un palo de
madera en la mano, soltó su portafolio junto con su chaqueta e iba a empezar a
correr cuando el hombre misterioso lo golpeo en la cabeza. Solo necesitó un
golpe para dejar a Richard inconsciente.
El hombre volteo a ambos lados y en cuanto se aseguro de que
no lo hubiera visto nadie, metió a Richard en el porta equipajes del auto y
salió del estacionamiento conduciendo el sedan de color negro.
Richard despertó en un lugar oscuro, le tomó un par de
segundos recordar lo que había sucedido, sacudió la cabeza y se intento
levantar del lugar en el que estaba, no se pudo mover.
Estaba atado de manos a una silla de metal. Empezó a
forcejear para soltarse pero era inútil, recorrió con sus dedos la soga con la
que lo había atado y pudo encontrar el nudo, se concentro en liberarse.
No pudo terminar el pensamiento. Las luces se encendieron y
la luz blanca que inundo aquella profunda oscuridad hizo que no pudiese ver por
unos momentos, poco a poco su visión fue regresando y cuando por fin pudo ver
claramente el lugar en el que estaba supo que estaba en un grave peligro.
-Santo cielo-
Esas fueron las únicas palabras que Richard pudo pronunciar
al ver la habitación en la que estaba, parecía ser un sótano y sobre las
paredes había toda clase de objetos de tortura, había desde un cuchillo, machete
y pinzas, hasta ácidos, látigos y una sierra eléctrica.
-¡Oh, por dios!-
Rápidamente busco de nuevo el nudo con sus dedos y lo
intento soltar desesperadamente, forcejeo, grito, maldijo e incluso comenzó a gritar
por ayuda pero nada le funcionó.
El sudor le recorría el rostro, respiraba agitadamente y el
temor lo invadía casi completamente. Intentaba soltarse las manos, pero no lo
podía hacer tan rápido <<Concéntrate Richard, concéntrate>> se
decía a sí mismo cuando de pronto escucho que se abría una puerta.
Se escucharon pasos por las escaleras que se encontraban del
lado izquierdo frente a Richard, los tablones de madera crujían con cada paso y
la desesperación de Richard aumentaba. Después de lo que Richard sintió como
una eternidad, pudo ver a un hombre justo al pie de las escaleras.
-Que bien que ya haya despertado Doctor-
El hombre comenzó a caminar hacia donde estaba Richard.
-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mi?-
-Paciencia doctor, todo a su tiempo-
-Escucha si lo que quieres es dinero, podemos llegar a un
acuerdo. Tan solo déjame ir-
El hombre se detuvo justo frente a Richard y se inclino para
estar cara a cara frente a él.
-¡No quiero tu maldito dinero manchado con sangre!-
Pronuncio cada palabra con ira y sus ojos emanaban odio, el
hombre se volvió a poner recto y continuo hablando.
-Veo que ni siquiera me recuerda doctor-
-¿Quién demonios eres?-
El hombre soltó una carcajada.
-Doctor, doctor. Eso no importa, lo que importa es quién es
usted y lo que ha hecho-
El hombre se inclino de nuevo pero esta vez para decirle a
Richard algo al oído.
-Se su pequeño secretito “doctor”-
Richard sintió fuertes palpitaciones en su cuerpo y se
comenzó a sentir mareado, ¿Cómo lo podría saber? El había sido muy cuidadoso
¿Cómo se dio cuenta? ¿Quien le dijo? Las preguntas lo invadían, sin embargo
solo pudo hacer una de ellas.
-¿Cómo?-
-Todo empezó después de nuestro último encuentro. El día que
murió mi madre-
El hombre se movió y tomo un cuchillo de la pared, y
prosiguió con su historia.
-Se suponía que usted la operaria de una pequeña arritmia,
dijo que no era nada grave. ¡Que todo estaría bien!-
-Escucha, todas las operaciones tienen cierto riesgo, el
resultado no siempre es el…-
-¡Mentira!-
El hombre le soltó un golpe a Richard el cual lo hizo
tambalear en la silla.
-Analice historial clínico de mi madre junto con el reporte
del quirófano con varios cirujanos y todos concluyeron que el resultado debió
ser diferente ¡y que mi madre debería estar viva!-
-Escucha no sé lo que te dijeron pero yo no…-
Richard recibió otro golpe, esta vez más fuerte que el
anterior.
-¡Cierre la boca! ¿Cree que me puede engañar? ¿Cree que no
sé lo que hace?-
El hombre coloco el cuchillo en la garganta de Richard y sin
moverlo, continuo hablando.
-Lo seguí doctor, lo seguí durante varias semanas y lo vi.
Vi como asesino a 4 animales de una forma cruel y asquerosa, también vi como
ataco a 2 personas con una navaja, personas las cuales convenientemente
llegaban a su hospital y de alguna forma hacia que usted fuese quien las
operaba. ¡Ninguna de ellas salió viva del quirófano!, además…- el hombre hizo
una pausa y respiro profundamente para evitar romper en llanto -…además están los
pacientes, que al igual que mi madre, no han sobrevivido a sus intervenciones-
El hombre se levanto y puso el cuchillo sobre una mesa
mientras una lágrima le empezaba a recorrer el rostro.
-Usted debería ayudar a la gente, debería ser como un héroe.
Pero en vez de eso disfruta jugando a ser dios ¡y decidir quien vive y quien
muere! Usted no es mas que un asesino y esta noche, pagara por ello-
-Jennifer Colt-
-¿Qué dijo?-
- Jennifer Colt, ese era el nombre de tu madre, ¿no es así Simon? Ella fue la número 34-
Richard sonreía
mientras recordaba.
-Disfrute matándola, disfrute sentir su último aliento de
vida mientras se desangraba-
-¡cierra la boca!-
-Disfrute cada segundo de su agonía y después, disfrute ver
a su pequeño niñito llorar por su mami-
-¡Eres un maldito infeliz!-
Simon se
abalanzó sobre Richard lleno de furia y ganas de sangre, en el momento en el
que ambos cayeron al suelo Richard libero sus manos. Se las había logrado
desatar un par de minutos antes, solo estaba esperando por el momento preciso.
Ambos se empezaron a golpear, pero para mala suerte de Simon, Richard sabia donde
debía golpear. Un golpe al costado del lado del riñón, uno a la cara y otro más
al estomago fueron suficientes para quietárselo de encima. << ¡Mátalo!
¡Termina con él!>> replicaba el interior de Richard mientras tomaba el
cuchillo que estaba sobre la mesa.
-Es hora de ir con mami Simon-
En el momento en el que Richard lo iba a apuñalar, Simon saco un revolver que llevaba
con sigo.
-Maldito bastardo ¡muere!-
Simon
Comenzó a disparar en dirección a Richard, pero este huyó antes de que alguna
bala le pudiera dar.
Richard subió rápidamente las escaleras y atravesó la puerta del sótano. Del otro lado de la puerta se topo con una cabaña sucia y vieja <<Estoy en desventaja, debo salir de aquí, me encargare del bebe llorón después>> Se decía a si mismo mientras atravesaba la sala, llegó a la puerta principal y la abrió tan rápido como pudo, apenas y logro poner un pie afuera cuando una bala le perforo el muslo derecho.
Richard cayó al suelo y soltó el cuchillo que llevaba debido
al impacto. A pesar del dolor y la sangre que le brotaba de la pierna decidió
seguir adelante, tenía que salir, así que entre gritos y maldiciones se comenzó
a arrastrar.
Simon vio al hombre en el suelo arrastrándose en un patético
intento por sobrevivir, se acercó hacia él y levanto el cuchillo que estaba en
el suelo.
-¡Maldita Sea!-
Fueron las últimas palabras que exclamo Richard antes de sentir como le apuñalaban la otra pierna, acto seguido Simon lo arrastró de vuelta a la cabaña de un jalón y cerró la puerta.
Nunca más se volvió a ver al Doctor Richard Jordán y la
policía no pudo encontrar su cuerpo ni ningún indicio de su paradero.
Cinco meses después de la desaparición del doctor Jordán, en
las afueras de un jardín de niños Brandon se exhibía frente a los niños para
obtener placer, una maestra al percatarse de lo que ocurría salió y ahuyento al
hombre amenazando con llamar a la policía, ante la amenaza Brandon se subió los
pantalones y se echo a correr, tan solo media cuadra después chocó con un
hombre que caminaba leyendo el periódico.
-¡Fíjate por donde vas maldito imbécil!-
Replico el pedófilo.
-lo siento señor-
Respondió Simon.
Brandon Thompson no lo sabía pero lo habían estado
siguiendo. Simon había encontrado un nuevo pasatiempo, una nueva razón para
vivir. Eliminar a cuantas personas malas pudiese y ya tenia a su nueva víctima.
Solo era cuestión de esperar por el momento adecuado.
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