Epidemia


El frío hace que recupere la conciencia, es una noche fría y lluviosa. 

Me pongo de pie y me percato de que, por alguna extraña razón, me encuentro en la azotea de un edificio antiguo y abandonado. Hago un esfuerzo pero no logro recordar nada, ¿Qué ha sucedido? ¿Qué hago aquí? ¿En dónde estoy?

Me toma un par de segundos darme cuenta de que no estoy solo. Hay cinco personas más conmigo, llevan en las manos martillos, cuchillos, desarmadores, uno de ellos tiene un revolver y todos tienen la mirada nerviosa.

Ignoran mi presencia o simplemente no les importa. Ven fijamente a la puerta que lleva a las escaleras como si esperaran algo o a alguien. La más joven, me ve, corre hacia mí y comienza a decir algo cuando la puerta es atravesada por ellos. 

Docenas de ellos, tienen la mirada perdida, una especie de espuma en la boca y no paran de reír. Se abalanzan sobre las otras cuatro personas, escucho gritos, risas y unos cuantos disparos. Son demasiados.

Inconscientemente la joven y yo retrocedemos hasta el borde del edificio. No puedo evitar ver hacia abajo, no hay forma de que sobrevivamos a la caída, debo encontrar otra forma de salir de aquí, tiene que haber otra manera. De pronto, escucho un grito a mi lado, la joven pelea contra una de esas cosas, antes eran personas pero ahora no sé cómo llamarles, logra vencer a uno pero el segundo la toma por sorpresa, veo como la golpea y la muerde mientras se ríe.

Justo en ese momento se percatan que estoy ahí, me ven y se acercan lentamente, saben que no puedo escapar. Veo sus ojos, sus pupilas están completamente contraídas, se ríen y es entonces cuando la joven que estaba hace unos momentos a mi lado se abalanza sobre mí. Forcejeo con ella, pero antes de poder quitármela de encima me muerde en el antebrazo, otro de ellos me golpea mientras uno más se sube a mi espalda y me muerde el hombro.

Los golpeo e intento moverme a través de ellos, son demasiados y me empiezo a sentir cansado. Siento el veneno llegar a mi cerebro, quema y me hace sentir mareado, pero no siento ningún cambio, no me siento diferente, no me siento desequilibrado ni incapacitado.

¡Soy inmune!

Puedo encontrar una cura, puedo salvarlos a todos, solo necesito salir de aquí, necesito huir, necesito...

Es entonces cuando abro los ojos y me doy cuenta de que solo era un sueño, no era nada más que una pesadilla, siento el sudor recorrerme la cara y mi ritmo cardíaco elevado. Respiro profundamente y entonces me percato de que estoy en una silla de ruedas y con una camisa que no me permite mover los brazos en un lugar completamente pintado de blanco.

Pudo haber sido un sueño, pero parece que después de todo, no soy inmune.

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