Lazos Familiares


Eran las once de la mañana cuando su avión aterrizó.

Esperó a que casi todos los pasajeros bajaran antes de ponerse de pie y lentamente caminar hacia la salida. Tenía años sin realizar aquel viaje, a veces por falta de tiempo, otras porque sus planes lo llevaban hacia otro lado y en algunas más porque la vida tomaba su propio curso, o por lo menos eso se decía a sí mismo. De cierta forma aquellas excusas le ayudaban a aminorar la culpa, pero ahora, por fin estaba ahí, y no sabía cómo sentirse al respecto.

Mientras se dirigía a recuperar su equipaje notó que sus manos estaban frías y algo sudorosas, culpó a la ansiedad que le causaban los vuelos y trató de no pensarlo más, a pesar de saber que usualmente siempre eran minutos previos al abordaje y durante el despegue cuando aquel malestar se hacía mayormente presente, y no cuando ya había aterrizado.

Cuando por fin entró a la pequeña sala de espera que tenía escrita la palabra “Llegadas” en letras grandes justo por encima del marco de la puerta automática de cristal, vio a un par de niños corriendo hacía una pareja de ancianos, algunas personas se abrazaban mientras otros más reían y parecían felicitarse mutuamente. Unos más esperaban impacientes, algunos con ramos de rosas en las manos y otros con pequeños carteles que llevaban escrito un apellido o un apodo. 

Justo en medio de aquella multitud se empezó a preguntar si alguien iría por él, después de todo, no le había dicho a nadie sobre su llegada, únicamente a un par de familiares y ellos seguro estaban ocupados. Fue después de un par de minutos cuando por fin la vio.

Su hermana se veía exactamente igual a como él la recordaba, era como si los años no hubieran pasado a través de ella. Le llevaba un par de años y, como usualmente sucede entre hermanos, su relación no era siempre la mejor, sin embargo sabían que siempre se tenían el uno al otro. No pudo evitar sentirse feliz de que fuera ella la primera persona que veía al llegar a la ciudad.

-Bienvenido a casa, bicho raro.-

-Me alegra verte, anormal.-

Ambos rieron y lo abrazó fuertemente por un breve momento.

-Te extrañe.- Le dijo mientras le daba un ligero golpe en el brazo para equilibrar el emotivo momento y acto seguido se puso unos lentes de sol.

-Andando, mamá muere de ganas de verte.-

Al salir del aeropuerto, ella se adelantó un poco y le indicó un taxi que se encontraba estacionado.

-Pensé que traerías tu auto.-

-Es una larga historia, no te quejes y sube, bicho raro.- sin decir más, subió al lugar del copiloto. Él simplemente sonrió y subió al asiento trasero.

El trayecto a casa fue silencioso en su mayoría, de vez en cuando era interrumpido por el conductor preguntando sobre la ruta o intentando iniciar una conversación sin tener suerte. Ella se pasó todo el tiempo en su celular, mientras él observaba por la ventana lo mucho o poco que había cambiado la ciudad en aquellos años, cuánto más se acercaban a su destino, más familiar se volvía el recorrido y más recuerdos evocaba aquello en él. 

Cuando llegaron a su destino, ella bajó de un salto del taxi.

-Te toca pagar hermano mayor.- Cerró la puerta, le hizo una seña enviando un "beso volado" y se alejó del vehículo.

Él solamente agachó la cabeza mientras en su cara se esbozaba una sonrisa a medias y preguntaba el costo del viaje.

-Sabes, empiezo a preguntarme el por qué has sido tú la que me fue a buscar al aeropuerto.-

-¡Mierda!-

-¿Qué sucede?-

-No encuentro mi llave.- Le dijo con una cara consternada entre risas.

-Ves, de esto estoy hablando.-

-Hay por favor, fui por ti al aeropuerto te traje hasta aquí, creo que deberías quejarte menos al respecto.-

-¿Quejarme menos? si ni siquiera he empezado.-

En ese momento la puerta principal de la casa se abrió y una mujer adentrada en años apareció del otro lado de la misma.

-Hijo, llegaste.-

-Hola mamá, perdón por haber tardado, yo…-

La mujer en la puerta se abalanzó hacia él y lo abrazó tiernamente.

-Bueno, si me necesitan estaré en mi cuarto.- Su hermana esquivo aquella escena y entró a la casa sin decir más.

-Ven, entra, siéntate y cuéntame como has estado.-

Hablaron por más de una hora, él habló más que ella, y los temas fueron diversos. Habló sobre cualquier cosa que se le ocurriera, trabajo, su vida amorosa, sus amistades, costumbres, su buena y mala alimentación, entre otras cosas.

-Y tú, ¿cómo te encuentras?- Le preguntó finalmente cuando por fin se detuvo. Ella respiró profundamente y exhaló de forma lenta y entrecortada.

-Es difícil.- Admitió por fin.

-Lamento no haber llegado antes.-

-Está bien, sé que debió ser difícil para ti también.-

-No, no está bien… no lo está.-

Permanecieron en silencio por un momento y fue entonces que notó la música que se escuchaba a lo lejos. Parecía provenir del cuarto de su hermana y reconoció la tonada casi de inmediato, era una de esas canciones que había escuchado de él y que nunca había admitido que le gustaba, a pesar de que ambos sabían la verdad.

-Debí darme cuenta.- Dijo su madre mientras se retiraba los anteojos para limpiar una lágrima de sus ojos.

-No siempre es fácil hacerlo, pudo tener depresión por meses, inclusive años sin decir nada y nadie lo habría notado.-

Ella se pasó las manos por el rostro, se colocó nuevamente los lentes y le ofreció una sonrisa a medias.

-Debes estar hambriento.- Pronunció aquellas palabras con la voz entrecortada mientras se ponía de pie y se dirigía a la cocina.

Pensó en seguirla, pero nada de lo que dijera iba a cambiar algo, no realmente. En vez de eso, se dirigió a la habitación desde la cual provenía el ruido, entró y detuvo la música.

 -¡Oye, estaba escuchando eso!- Su hermana se encontraba acostada con su celular entre las manos.

-No, no lo hacías.- Susurró sin voltear a verla.

-Lo siento.- Su madre apareció en la puerta de la habitación.- A veces pongo su música, me hace creer que tal vez aún sigue aquí... ayuda a que no me sienta tan sola.-

Él la abrazó sin decir nada más mientras veía a su hermana sentada al borde de la cama, se veía justo como la última vez que la había visto en persona años atrás.

-Creo que debería irme, ¿Cierto?-

Se puso de pie y caminó junto a ellos, él se estiró y la tomó del brazo, a pesar de saber que realmente no estaba ahí. Sin importar que aquello fuera únicamente una proyección causada por su imaginación, el dolor y la culpa, aún no estaba listo para dejar que se fuera, no por completo, y no sabía si algún día lo estaría.

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