Despertar

 

Foto por Krista Mangulsone

Creo que nunca he sido una persona de mañanas, no realmente.


Veo a otros y sus ansias de iniciar el día, llevando a cabo tareas que tienen en su rutina y sonriendo casi desde el momento en el que abren los ojos, y los envidio. No recuerdo si siempre fue así, o si había un momento en el que fuese igual a ellos y simplemente olvidé como hacerlo.


El despertador sonó hace cinco minutos y en otros cinco volverá a hacerlo. Doy vueltas en la cama, tratando de engañarme a mí mismo pensando que podría dormir el equivalente a otras 3 horas en esos minutos, pero ni siquiera logro cerrar los ojos. Finalmente me acomodo boca arriba viendo fijamente al techo, y justo antes de escuchar de nuevo la alarma, respiro profundamente y me levanto.


La rutina es la misma todos los días, bebo de un vaso de agua que mantengo junto a la cama de camino al baño, y me veo al espejo mientras me lavo las manos y escucho el agua correr por el desagüe. Sigo sin pensar claramente, me siento como una hoja en blanco que tiene algunos manchones que bien podrían ser palabras, pero no tienen sentido; como un foco que se está fundiendo y parpadea sin parar.


Y no, no es que tenga tanto sueño, tampoco me siento molesto o de mal humor. Más bien es como si ese momento, justo cuando abres los ojos y recuperas conciencia, pero no del todo, mientras dejas atrás el mundo de los sueños y te encuentras en una especie de limbo, donde se supone solo debes estar un par de segundos, pero tu estadía se extiende más allá de lo que te gustaría y te sientes perdido, sin propósito. A la deriva en una marea de pensamientos que no estás completamente seguro si son tuyos o no, hasta que te mueves, respiras y empiezas a realizar las tareas que sabes que debes hacer y no requieren realmente tu atención, hasta que recuperas el control. Despiertas y todo vuelve a la normalidad.


Pero, ¿Y si mañana no recuperas el control?, ¿Y si te pierdes entre ideas de las que no sabes si podrás regresar? Qué tal si las personas de las que se dice “perdieron el juicio” están en ese limbo, sin saber cómo volver. Qué sucede si cada noche al cerrar los ojos tiramos una moneda al aire y entramos a un mundo del que no sabemos si podremos salir de nuevo. Peor aún, ¿Qué hay si algo más quiere salir y tomar nuestro lugar?


Un escalofrío recorre mi espalda después de aquel último pensamiento, hacía mucho que no pensaba en ello, tanto que creo que lo había olvidado a medias. Tenía 12 años, ¿o eran 15? No importa, recuerdo que fue el peor sueño que he tenido. Fue como despertar, pero no saber la diferencia entre un sueño y la realidad, recuerdo abrir los ojos a medias, pero no poder moverme, luchar por despertar sin poder lograrlo y de pronto, ya no estaba solo. Fue como si hubiera alguien más ahí, pero no en mi habitación, era diferente, estaba ahí, pero no lo estaba, era como una sombra que reía y me empujaba al abismo mientras despertaba, excepto que no era yo el que lo hacía, era él... eso, o lo que sea que fuera.


Recuerdo aferrarme a esa cosa, en un intento de salir de aquel trance. Gimoteaba y maldecía sin poder mover los labios, pataleaba y me aferraba sin poder mover el cuerpo, y de pronto, desperté. De una forma anticlimática y sin sentido, abrí los ojos y me senté de golpe en la cama, bañado en sudor, con algunas lágrimas en los ojos y con las manos cerradas en puños tan fuerte que temblaban.


No he vuelto a tener un sueño similar desde aquella vez, pero no puedo evitar preguntarme ahora si aquello está relacionado, si inconscientemente todas las mañanas hago una especie de búsqueda por los rincones de mis sueños, asegurándome de estar solo antes de poder finalmente despertar. Respiro profundo, y me doy cuenta de que aún estoy frente al espejo, me enjuago la cara y me veo a mí mismo una última vez como para asegurarme de reconocer a la persona que veo del otro lado. Quizá solo estoy perdiendo la cabeza. 


Continúo con mi rutina y le doy un trago más al café frío del día anterior, deja un sabor del que no me voy a deshacer en las próximas horas, mientras poco a poco siento que vuelvo a ver el día con cada vez un poco más de falso optimismo, pero sé que mañana volveré a ese lugar, sé que mañana tendré que pasar por lo mismo y no sé si lo voy a lograr, entonces lo entiendo. 


No soy una persona de mañanas, pero, no es por molestia por no seguir durmiendo o enojo de estar despierto; es miedo de un día no poder volver a estarlo.

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