Sniff


Eran cerca de las tres de la mañana cuando Clayford abrió los ojos.

Se había quedado nuevamente dormido en el sillón con la TV encendida. Cuando logró enfocar la vista, reconoció el infomercial de sartenes milagrosos con malas actuaciones, hizo una mueca y apagó el televisor.

Casi todas las noches era lo mismo, no lograba dormir más de tres o cuatro horas seguidas, después de eso, su cuerpo lo obligaba a levantarse para minutos después atormentarlo por no haber continuado durmiendo. Arrastró los pies hasta la habitación, se dejó caer sobre la cama y se envolvió entre las sábanas, suplicando poder dormir más tiempo esta vez, no fue así.

A la mañana siguiente, después de tomar treinta minutos para decidir si valía la pena presentarse a trabajar, se puso lo primero que encontró que no olía mal y llenó un termo con el resto de la botella de Vodka de la noche anterior. Después de un par de tragos, mientras iba camino al trabajo, compró un espresso doble y lo vertió en el mismo termo, aquel era su desayuno de vez en cuando.

Trabajaba como analista de datos en la empresa de su tío y todo el mundo sabía que aún mantenía su trabajo por lástima y como un favor de parte de su tío hacia el resto de la familia.

Su cubículo era un desorden, usualmente llegaba entre cuarenta minutos y una hora tarde, faltaba a juntas al igual que a citas con clientes potenciales y llevaba tres semanas y media trabajando con el mismo cliente sin lograr tener un avance real. Era impresionante la forma en la que había cambiado en los últimos meses, de ser uno de los mejores en su área, a no interesarse en absoluto por su trabajo, o por alguna otra cosa. Sin embargo, nadie lo culpaba, no después de lo que había ocurrido. 
Después de todo, solo habían pasado cinco meses desde que su prometida había muerto.

Había conocido a Olivia de casi toda la vida, ella y su familia se habían mudado a su vecindario cuando él tenía 5 años y se habían hecho amigos casi de inmediato. Pasaron los años y solo fue cuestión de tiempo para que se dieran cuenta de lo que ya era obvio para los demás. No fue ninguna sorpresa cuando dijeron que estaban saliendo, o que se mudarían juntos a la ciudad, ni mucho menos cuando por fin anunciaron su compromiso.

Una mañana había salido a ver un par de pendientes mientras él trabajaba. Fue poco después del mediodía cuando recibió la llamada de su cuñada.

-Susan, ¿estás ahí? No me digas que marcaste por error de nuevo.-

-Clay...es Olivia- Su voz se escuchaba entrecortada y su respiración pesada. -Está en el hospital, es...es grave.-

No esperó a escuchar el resto para ponerse en marcha, Susan le explicó sobre el asalto al banco mientras él bajaba por el elevador en lo que le pareció una eternidad.

Cinco sujetos habían decidido robar el banco en el que ella se encontraba. El guardia, quien era relativamente nuevo, opuso resistencia y uno de los asaltantes entró en pánico. El resultado, 4 muertos, entre ellos el guardia y 3 personas heridas. Olivia había recibido una bala en el vientre y se encontraba en un estado delicado.

Para cuando llegó al hospital ella estaba en el quirófano. No logró salir de ahí.

-Clayford, hijo, son las seis, recuerda que es martes.-

Alzó la vista y vio a su tío de pie junto a su cubículo, tenía poco más de sesenta con el cabello y bigote completamente blancos, llevaba un traje azul oscuro que hacía resaltar la corbata de rayas blancas y rosadas que llevaba ese día. Asentó con la cabeza y agarró sus cosas.

-Te puedo llevar, si quieres.- Le dijo mientras le acercaba su termo de “café”.

-Descuida, voy a ir, no es necesario que me escoltes- Soltó una risa burlona y le dio dos palmadas en el hombro.

-Gracias de todas formas, tío.-

Para cuando cruzó la puerta del edificio viejo y descuidado en el centro de la ciudad eran poco más de las siete en su reloj. En la entrada había una manta en la que se leía “Bienvenido, no estás solo” y que junto con la recepcionista alegre, le parecían la combinación más genérica posible para un grupo de apoyo.

El grupo al que asistía se reunía todas las semanas a las siete en punto, él por lo general llegaba tarde para evitar saludar y hablar con el resto. Se sentaba en la parte de atrás e intentaba escuchar más que compartir, algo que Roger siempre intentaba cambiar.

-Bienvenido Clay, ¿cómo te encuentras hoy?- Roger sonrió amistosamente mientras preguntaba.

-Algo... ¿Crudo?- Respondió intentando evitar una segunda pregunta.

Roger había sobrevivido a dos intentos de suicidio, una pandilla y diversas drogas, ahora era jefe de ventas en una tienda departamental y en sus ratos libres trataba de ayudar a otros.

Evitó contacto visual con el resto del grupo y se sentó junto a Bobby, un ex militar adicto a diversas sustancias y a las apuestas. Era el único con el que realmente hablaba de los ahí presentes.

Después de hora y media la reunión por fin terminó. No sabía que le resultaba más incómodo, si escuchar a los demás, la plática que precedía a la reunión o los momentos cuando a le tocaba “compartir” algo. Ese día decidió retirarse lo antes posible y evitar la invitación que Roger le hacía cada semana para hablar.

-Oye Clayford, espera!- Bobby lo alcanzó en las escaleras y bajaron juntos -Hasta que al fin terminó, ¿cierto?-

-Sí, por fin puedo regresar a sentirme alegre y positivo fuera de aquí.- Bromeó mientras cruzaban la recepción.

-No es por ofender ni nada por el estilo, pero te ves hecho mierda, amigo. Te preguntaría si te encuentras bien, pero honestamente estoy cansado de que me lo pregunten y supongo tu igual-


Le dio una palmada en la espalda y le guiño el ojo. -Así que, en vez de eso, te tengo una propuesta.-

-No lo sé viejo, es algo tarde... y mañana debo trabajar.-

Bobby lo vio por un momento con una mirada incrédula antes de empezar hablar nuevamente.

-Vamos, te hará bien, además, sería bueno hablar con alguien real, no como en este lugar.-

Hizo un gesto con la cabeza para apuntar hacia el edificio del que acababan de salir, y él lo pensó por un momento antes de aceptar.

-No es como si alguien me esperaran en casa de todas formas.- Bromeó.

Para la octava cerveza ya habían hablado más que en las sesiones de todo el mes anterior, los temas de conversación habían sido variados, ya que ambos lo cambiaban en el momento en el que empezaban a sentirse incómodos. 

-Y bien Bob, ¿Tienes algo que haga que el viaje hasta tu departamento valga la pena?-

Bobby soltó una carcajada y se levantó del sillón viejo y desgastado en el que estaba. Sin decir nada fue a la cocina y del horno de la estufa sacó una bolsa.

-Esta mierda ha estado aquí desde antes de que yo me mudara.-

Colocó la bolsa en una mesita de café que había entre los dos y se volvió a sentar -Era del inquilino anterior, el maldito estaba loco y completamente fuera de este mundo cuando lo echaron del lugar.-

Abrió la bolsa y de ella sacó otra bolsa con poco más de la mitad de un polvo azul blancuzco.

-Con esto te vas a dejar de preocupar si duermes o no esta noche, amigo.-

Alineó un poco del polvo en la mesa e hizo un rollo con un billete. "Justo como en las películas" pensó Clayford.

-No son drogas de las que usan los violadores ni ninguna de esas mierdas, ¿cierto?-

Bobby rio a carcajadas. 

-Para empezar, si fuera eso, estoy seguro de que aun así lo negaría, pero más importante aún, no eres mi tipo.- se inclinó a la mesa y en un solo movimiento aspiró una de las líneas que había colocado.

Para cuándo se volvió a incorporar en el sillón tenía los ojos cerrados y seguía aspirando profundamente por la nariz -¡Carajo!- Exclamó mientras agitaba ligeramente la cabeza. 

-¿Convencido ahora?- Hizo la pregunta mientras sonreía y le pasaba el billete enrollado.

-No, pero es algo tarde para cambiar de opinión.- Sonrió y procedió a seguir las instrucciones de Bobby, después de todo, esa era la primera vez que lo hacía.

En cuanto levantó la cabeza sintió un hormigueo en la nariz al igual que la parte detrás del paladar y poco a poco pudo sentir como se esparcía al resto de su cabeza.

-Eso Clay, deja que haga su trabajo.-

Repitieron el mismo proceso un par de veces más durante la noche mientras destapaban más cervezas.

A la mañana siguiente la alarma de su celular hizo que reaccionara, en un acto reflejo lo detuvo de golpe y el dolor de cabeza no esperó en hacer acto de presencia. No recordaba cómo había llegado a casa o qué día era, sentía sed, jaqueca y la nariz congestionada.

-¿Qué demonios pasó?- Se preguntó mientras apretaba los costados de su cabeza con las yemas de los dedos.

-¿Alguien se levantó de malas?- Sintió una mano familiar en el pecho.

-Recuerda que hoy debemos ver las muestras del pastel, además de hacer el depósito para los arreglos florales.-

Abrió los ojos de par en par mientras la veía sentarse con la espalda desnuda al borde de la cama.

-Cariño, ¿me estás escuchando?-

Olivia giró la cabeza hacia él y por fin la pudo ver de frente, era justo como la recordaba.

-¿Clay te encuentras bien?-

Permaneció en silencio boquiabierto mientras se preguntaba si aquello era un sueño o si por fin había perdido la cabeza, al mismo tiempo, el despertador volvía a sonar. Lo agarró en un reflejo por detenerlo nuevamente y fue entonces cuando vio la fecha en la pantalla.

Todo perdió sentido en aquel momento.

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