Sniff (Capítulo III)



-¿Qué he hecho?-

Clayford había pasado toda la noche sentado en el piso de la sala de su apartamento, el reportaje que había visto horas atrás aún le daba vueltas en la cabeza mientras recuerdos de la primera vez que vivió aquel día sobrevolaban su memoria.

Recordó al hombre que abrazaba a su mujer mientras lloraba incontrolablemente a las puertas del hospital, en aquella ocasión no les prestó mucha atención, después de todo, ese día tenía otras prioridades. Sin embargo, al verlos nuevamente evadiendo las cámaras de los reporteros en la televisión, los reconoció de inmediato.

“Es una lástima, el chico era un buen estudiante, con un buen futuro y pensaba ir de viaje con sus amigos, por eso estaba en el banco, viejo eso es a lo que le llamo mala suerte.” Había escuchado decir a un oficial en la cafetería del hospital.

-Un buen chico...- Dijo las palabras en voz alta mientras veía la foto de Erick Sullivan en la pantalla.

Esperó a que saliera el sol para salir del departamento, caminó sin lo que parecía ser un rumbo fijo, mientras sus pensamientos divagaban en cifras y en el hecho de que salvar a siete personas no se comparaba con los 17 estudiantes, aun si Olivia se encontraba entre aquellos 7 “¿Cierto? ¿No es así?” se exigió a sí mismo una respuesta, pero no la obtuvo.

Después de poco más de una hora, se detuvo justo frente a un edificio viejo con la pintura enmohecida en una de las peores partes de la ciudad, se tomó un momento para decidir entrar y acto seguido, subió al cuarto piso justo a la entrada del departamento número 408, salvo que el número 8 ya no figuraba en la cifra, más bien era únicamente una silueta en la madera.

-Bob, abre la puerta soy Clayford, necesito tu ayuda.-

Tocaba la puerta frenéticamente mientras pronunciaba aquellas palabras, pero no obtuvo respuesta, se recargó contra la puerta, colocando la oreja pegada a la puerta y escuchó atentamente por un momento... nada.

Pensó que era lo que debería hacer, y si aquello era lo suficiente para tranquilizar su conciencia y decir que "había hecho todo lo posible". Cerró los ojos y apoyó su frente contra la puerta mientras analizaba sus opciones, <<La escalera de incendios. >> No supo si aquel pensamiento le traía alivio o pesar.

Subió por un costado del edificio hasta el cuarto piso y se detuvo en la ventana del departamento que él creía era el correcto, vio a través de ella y pudo reconocer el lugar en el que había estado antes de que todo comenzara, sin embargo, no parecía haber nadie dentro. Intentó abrir la ventana desde fuera, pero estaba atorada.

-Lo siento Bobby.- Dijo aquello justo antes de usar uno de sus codos para romper el cristal, aquello fue más doloroso de lo que imaginó, y de lo que recordaba haber visto en películas, dio gracias de llevar una chaqueta gruesa aquella mañana.

Una vez dentro, se dirigió a la cocina y después de buscar por un momento dentro del horno de la estufa, la encontró. Era una bolsa negra, y dentro de esta, una bolsa resellable con el polvo azul. “Con esto te vas a dejar de preocupar si duermes” escuchó las palabras mientras sujetaba la bolsa frente a su rostro.

Se dirigió a la misma mesa que habían utilizado en aquella ocasión y preparó cuatro líneas frente a él, de la misma forma en la que había visto a Bobby hacerlo, se detuvo por un momento viendo el contenido de la mesa, pensando en sus opciones y en las posibles consecuencias de lo que estaba a punto de hacer cuando su celular empezó a vibrar.

Era un mensaje de Olivia preguntando dónde estaba y si todo estaba bien. No lo estaba, pero no sabía cómo explicarle lo que sucedía, dejó el celular a un lado mientras exhalaba con pesar <<Puedo arreglarlo, debo arreglarlo.>> Pensó mientras consumía con la ayuda de un billete todo el contenido de la mesa. Le tomó un momento sentir el efecto de la droga, de pronto todo se transformó en oscuridad y pequeños destellos azules centelleaban frente a sus ojos.

El sonido del despertador lo hizo abrir los ojos, en un acto reflejo lo detuvo y fue entonces cuando toda la habitación empezó a dar vueltas. Rápidamente se puso de pie y a tropezones corrió al baño para vomitar en la taza.

-Cariño, ¿Te encuentras bien?-

-Sí, debió ser algo en la cena.- Escupió una última vez antes de jalar la cadena, sin ver las pequeñas gotas de sangre y manchas azules que se llevaba el agua.

-Creo que sería mejor llevarte al médico.-

Escuchó su voz a lo lejos, pero no le prestó atención, se sostenía del lavabo para no caer al piso mientras dejaba correr el agua intentando lavarse la cara y boca.

-¿Cariño?-

Esta vez ella estaba junto a la puerta, tomó una toalla y se la pasó a medias por la cara, antes de acercarse a ella para darle un beso en la frente.

-Estoy bien, lo juro.- Dijo aquellas palabras mientras la veía a los ojos y se sostenía disimuladamente del marco de la puerta, todo lo demás aún daba vueltas.

Pasó los siguientes 40 minutos intentando convencerla de que estaba bien, pero sin importar que tan seguro de sí mismo sonaba, podía ver en sus ojos que en el fondo sabía que algo andaba mal, no sabía que era, ni la razón, pero ella podía ver la mentira.

Después de tomar lo que parecieron litros y litros de agua, por fin se vistió y le dio un último beso en la frente, mientras intentaba convencerla ahora de que no saliera aquella mañana, dijo tener que ver a un cliente por la mañana pero prometió volver para salir a comer, solo ellos dos y entonces le explicaría todo. Esa parte era una verdad a medias.

Le tomó una hora llegar a su destino, trató de no desviarse, pero a medio camino su cuerpo le demandó hacer una parada por un café y ya que estaba en eso, aprovechó para hacer de nueva cuenta la llamada a la policía, era la segunda vez que lo hacía y aún seguía sin estar seguro de cómo reportar un crimen que aún no había sucedido, esta vez notó aún más incredulidad en la persona al otro lado de la línea.

Cuando por fin estaba frente a la escuela estatal número 25, su memoria evocó las imágenes del noticiero de la noche anterior, “la noche anterior” no estaba seguro si aquél era un término válido para su situación.

Se preguntó a sí mismo cuál era el plan, y si en realidad había un plan. Mientras le daba un último sorbo a su café, una sonrisa se dibujó en su rostro al pensar que definitivamente sabría mejor de tener vodka. Debía de entrar y preguntar por un estudiante con el cual no tenía parentesco o relación alguna, y a quien no había visto antes, y sin embargo sonar completamente convincente para poder llegar a él.

Cruzó la calle mientras elaboraba una mentira a medias, tal vez si lo acusaba de algo y actuaba lo suficientemente enojado nadie haría muchas preguntas. Caminaba hacia la puerta de la escuela cuando la campanilla sonó y momentos después una estampida de estudiantes empezó a caminar por los pasillos y fuera de la escuela. La gran mayoría lo ignoró, pero no faltó la mirada curiosa preguntándose qué hacía aquel hombre ahí, a esa hora del día.

Analizó los rostros que pasaban frente y junto a él, buscando una mirada en específico, fue entonces cuando lo vio salir por la puerta principal, llevaba la misma ropa que recordaba haber visto en el fragmento transmitido en las noticias, al salir giró hacia su izquierda y caminó a toda prisa, alejándose del colegio.

Clayford permaneció inmóvil por un momento, mientras lo veía alejarse en dirección al centro de la ciudad, solo un pensamiento rondaba por su cabeza, la persona a la que buscaba, aquel a quien debía detener, era solo un niño.

Lo siguió por un par de cuadras mientras se preguntaba cómo manejar la situación, aún sin saber qué debía decir o hacer, comenzó a caminar cada vez más a prisa acortando la distancia entre los dos. Cuando por fin se encontraba justo al lado de él empezó a hablar.

-Escucha, no me conoces ni yo a ti, pero esto qué planeas hacer, está mal. Sé que las cosas pueden parecer difíciles o tal vez estás cansado de alguna situación y crees tener los motivos necesarios, pero no es así. No tiene que ser así Erick.- Se detuvo de golpe y lo tomó del brazo. -Podemos arreglar las cosas de la forma correcta.-

Erick vio a los ojos al hombre que lo sujetaba, no sabía quién era, ni cómo sabía de lo que hablaba. Pero una cosa era segura, era un problema, uno del que debía deshacerse y rápido.

-Escuche señor, no se quien cree que soy, pero me está confundiendo con alguien más.-

-Buen intento, pero sé quién eres y lo que planeas, y no puedo dejar que lo hagas.-

-Suélteme, me está lastimando.- Comenzó a forcejear mientras alzaba la voz. -Suélteme señor, ¡No lo conozco!-

La escena comenzó a llamar la atención de la gente que pasaba y Clayford sabía que necesitaría algo realmente convincente par que lo escucharan, lo tomó por la mochila y se la arrebató.

-¡Está loco!- Le gritó al darse cuenta que lo había soltado para hacerse de su mochila y se echó a correr.

-¡Deténganlo, es peligroso!- Gritó mientras abría la mochila desesperadamente, para su sorpresa cuando por fin logró ver el contenido, no había nada más que un par de libros y algunas libretas, maldijo antes de arrojar la mochila hacia la calle y empezar a correr en dirección hacia donde se había ido el adolescente.

Había avanzado tan solo una cuadra y su respiración agitada puso en evidencia su mala condición física, después de todo, hacía un par de años que no practicaba ningún deporte, y aquellos años de atletismo en la universidad estaban cada vez más lejos.

Continuó avanzando tan rápido como podía, esperando que Erick fuera lo suficientemente ingenuo para continuar huyendo en línea recta. Dejó la tercera cuadra tras de sí entre jadeos y con las piernas cada vez más pesadas, el cuerpo le demandaba detenerse, pero él seguía moviéndose mientras se maldecía internamente por no llevar una vida más sana.

Recorrió un par de metros más hasta que por fin logró ver a lo lejos la silueta de su objetivo. Corría de forma errática entre la gente y tan rápido como le era posible, no sabía hacia dónde se dirigía o que estaba buscando, pero eso no era importante, no mientras el sujeto que lo había interceptado unas cuadras atrás siguiera tras de él.

Era más que evidente que la situación se encontraba en su contra, pero era lo suficientemente testarudo para no detenerse, estaba decidido a impedir los eventos de aquella tarde. Respiró profundamente, soltó un quejido resultado del cansancio y la frustración, apretó puños y dientes, y enfocó toda su energía en un último intento.

Recordó por un momento las prácticas en la escuela, las carreras de relevos y la sensación de acortar distancia con sus oponentes, así como la satisfacción de dejarlos atrás. Aquel esfuerzo fue justo lo que necesitaba para alcanzar a su objetivo y, sin pensarlo dos veces, justo en el momento en el que lo tenía a su alcance, se abalanzó sobre él, tal como lo hacen las leonas al alcanzar a su presa.

La adrenalina lo había llevado a dejar a un lado la intención de pasar desapercibido, y la aparatosa caída había llamado la atención de la gente a su alrededor, eso y el hecho de ver a un hombre adulto derribar a un adolescente en medio de la calle.

-¿Dónde están?-

-¿De qué habla? ¿Quién es usted? ¡Ayuda!- Erick sabía cómo se debía ver aquella situación para los espectadores y pensaba aprovechar aquello a su favor.

-Señor, ayúdeme, no conozco a este sujeto, ¡Nunca lo he visto en mi vida!-

Un trabajador del servicio postal que realizaba entregas vio al adolescente a los ojos y entendió que debía hacer algo.

-Oye, malnacido, ¿por qué no intentas eso conmigo?-

-No, no.- Clayford levantó la mano derecha haciendo una seña para que aquel hombre se detuviera. -Este bastardo no es lo que parece, la sabandija tiene un armamento y planea usarlo en su escuela.-

La gente a su alrededor se quedó estática al escuchar aquella acusación, sin saber a cuál de los dos debía creerle.

-¿Dónde están? Empieza a hablar, ¡Maldita sea Erick!-

-¿Qué demonios sucede aquí?-

Un oficial de policía se abrió paso entre la gente hasta llegar frente a los causantes de aquel alboroto.

-Señor, le voy a pedir solo una vez que deje a ese joven y se ponga de pie.-

-Oficial, que bueno que llega, yo…-

-¡Ayúdeme oficial! Este tipo es un maldito degenerado.-

-No, tú cállate, a menos que sea para decir dónde están las armas.-

-Suficiente, ambos me acompañaran a la estación y allí arreglaremos esto.-

Dos oficiales más aparecieron por detrás de Clayford y uno de ellos lo tomó por la espalda, mientras el otro ponía de pie al adolescente que se encontraba en el piso.

Un par de minutos después un par de patrullas llegaron y, mientras unos oficiales hablaban con Erick, él le explicaba a otro la situación, pero sin pruebas ni utilizar la frase “ya he vivido este día antes” aquello parecía prácticamente imposible.

-Quiere decir que siguió a un chico, al que nunca en su vida había visto, desde su escuela hasta aquí, a pie, ¿Por una corazonada?-

-Sí, pero es más que una corazonada.-

-Muy bien, entonces, ¿Me puede decir en que se basa esa corazonada?- La plática había llegado inevitablemente hasta aquel punto.

-Pues, verá, yo, eh, había, más bien creo que…-

Alargaba aquellas palabras lo más posible mientras su cabeza corría al mil por hora buscando lo más cercano a una explicación creíble. Por suerte, o por lo menos así lo creyó en primera instancia, justo en ese momento la radio sonó.

Era un anuncio para todas las unidades, la voz del otro lado del parlante dio una combinación de números, la cual no pudo entender, pero nada de eso importó ya que la última parte del mensaje daba una locación, el mismo banco en el centro de la ciudad dónde todo había empezado.

Aquellas palabras habían hecho que todo pensamiento dentro del él se detuviera y fuera reemplazado por una sola cosa, Olivia.

Rápidamente sacó su celular, mientras el oficial con el que hablaba unos momentos antes se estiraba desde la ventana del copiloto para tomar el radio y contestar aquel llamado. La pantalla de su teléfono estaba completamente golpeada, al punto de sorprenderle que aún funcionara, revisó sus notificaciones entre las grietas que formaban su nuevo salvapantallas y no pudo evitar perder el aliento al ver que tenía 6 llamadas perdidas y el último mensaje recibido anunciaba que Olivia iría al banco, y le preguntaba si lo vería en el centro de la ciudad para ir a comer.

Levantó la mirada y vio en todas direcciones, buscando a alguien, alguien que no estaba ahí. Por un momento vio a Erick aún hablando con los policías, lo había logrado, lo había detenido, o ¿Acaso simplemente había inclinado la balanza hacia el otro lado?

Sabía que no tenía más tiempo que perder, dejó caer su teléfono, esperando que aquel oficial entendiera el mensaje sobre el banco, si es que su pantalla sobrevivía a un golpe más, claro. Y una vez más corrió tan rápido como pudo.

Escuchó gritos y le pareció que alguien iba detrás de él, pero aquello no le importó, se dirigió a la estación del metro que estaba en la siguiente cuadra y bajó a tropezones las escaleras, saltó los barandales de acceso, justo como lo había visto tantas veces en la televisión, y abordó el tren que estaba a punto de partir.

La gente lo veía de forma rara, durante dos estaciones no pudo disimular su desesperación y cuándo llegó a su destino, se echó a correr una vez más. Jadeaba, la boca la sentía seca y todos sus músculos le exigían detenerse, pero aquello no importó.

Al llegar al banco, el lugar estaba rodeado de patrullas y un par de ambulancias. Paramédicos sacaban a personas heridas y transportaban a un hombre con uniforme de guardia en una camilla, mientras que los oficiales acordonaban el lugar y metían a unos sujetos en el asiento trasero de una patrulla.

No notó que repetía su nombre en voz baja mientras se acercaba cada vez más a aquella escena, un policía que resguardaba el perímetro le cerró el paso, le dijo algo sobre una escena del crimen, pero no le prestó atención a aquellas palabras, escuchó su voz como un eco a lo lejos, mientras la buscaba en todas direcciones. De pronto, fue como si todo se moviera en cámara lenta.

Vio a los paramédicos salir con una camilla, ella iba recostada, inmóvil, mientras uno de ellos parecía presionar algo cerca de su rostro para ayudarla a respirar. Reconoció el vestido color beige que llevaba, aunque parecía haber cambiado a color carmesí.

Supo entonces lo que sucedería a continuación, en unos minutos su cuñada recibiría la llamada y acto seguido, trataría de localizarlo mientras Olivia era ingresada a cirugía... no volvería a salir de ahí.

Había fallado, se alejó lentamente de aquel lugar, volvió al metro y después de un par de estaciones transbordó y siguió su camino, llevaba la mente en blanco y se movía mecánicamente. Se detuvo únicamente cuando por fin llegó a su destino.

Nuevamente estaba frente aquel edificio viejo, en el mismo lugar en el que había estado esa mañana, o ¿Era el lugar donde estaría la mañana siguiente? Ni el lugar, ni el momento importaban ya. Subió nuevamente por la escalera de incendios y rompió la ventana para entrar en el departamento de Bob, justo como lo había hecho antes.

Sacó la bolsa negra del horno de la estufa, y de esta, la bolsa resellable con el polvo azul “El maldito polvo azul” pensó. Sostenía la bolsa entre las manos, cuando lo escuchó.

No tenía realmente mucha experiencia en armas, pero el martilleo del revólver que Bob sostenía justo frente a él, llamó su atención.

-¿Quién demonios eres?-

-Bobby, espera, soy yo. Clay.-

-¿Quién mierda es Clay? y ¿Qué carajo haces con esa bolsa? ¿Cómo sabías dónde estaba?-

Se maldijo, primeramente por olvidar revisar si Bob estaba en casa y luego por olvidar que aún ni siquiera se conocían.

-Dame un momento, lo puedo explicar, yo...-

-Trabajas para él, ¿Cierto? Le dije que le voy a pagar, solo necesito más tiempo.-

-¿Qué? no, Bob, mierda, escucha, yo solo necesito…-

Dio un paso al frente y el revólver rugió casi de forma instantánea. Sintió el impacto en el pecho, como un golpe seco.

-¿Bob? yo...- Perdió el equilibrio y eso lo hizo dar un paso más, el estallido del revólver volvió a retumbar en la habitación.

-Deja de moverte, ¡Carajo!-

La voz de Bob sonaba envuelta en pánico y él no pudo decir nada más. Cayó al suelo, sentía el pecho caliente y se le dificultaba respirar, daba bocanadas de aire mientras intentaba articular palabras.

Bob maldecía mientras se movía de un lugar a otro y agitaba el arma en el aire. Él sentía como el tiempo se le agotaba y vio la bolsa resellable en el piso, cerca de su mano. La abrió mientras la acercaba a su cara y aspiró tanto como pudo por la nariz y boca, antes de toser frenéticamente y volver a aspirar nuevamente.

-Adicto de mierda ¿Qué carajos haces?-

Escuchó un par de maldiciones más mientras todo a su alrededor se apagaba. La oscuridad lo envolvió y por un momento le pareció ver en ella, un par de destellos azules.

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